Aparentemente, todos los árboles parecen iguales en sus aspectos puramente fisiológicos. Todos tienen hojas por las que realizan transpiran y captan la energía del sol y raíces con las que absorben agua y nutrientes. Pero si nos fijamos con mayor detalle en cada árbol comprobamos que, aunque realizan básicamente las mismas funciones, presentan diferencias llenas de matices.

Dentro del mundo de los árboles los seres humanos hemos distinguido a algunos ejemplares como singulares, pues hemos destacado de ellos características que sobresalen por encima de lo normal. Son árboles que, por algún motivo, nos han llamado la atención. A veces, puede ser un porte raro o poco común, un tamaño fuera de lo normal, su belleza, su historia o leyenda o su edad.

Algunos de estos árboles han sido importantes para la sociedad, debido a que bajo sus copas se celebraban reuniones de concejos, se firmaban pactos o juramentos, o constituían un punto de reunión en las plazas de los pueblos. En otros casos, eran considerados sagrados o podían tener asociado un acontecimiento histórico o cultural. Son árboles con nombre propio que representan parte de la historia y la cultura de nuestros antepasados.

Árboles como éstos hay pocos, pero en todo el territorio español han sido normalmente respetados y cuidados por personas y poblaciones sensibles a esta singularidad.

Algunos de ellos destacan por su avanzada edad, muchas veces superior a la de algunas de las catedrales o ermitas que jalonan nuestro territorio, por ello se suele escuchar los apelativos que se dan a algunos árboles, casi siempre exagerados: el drago milenario, el tejo milenario, etc.

Tener un árbol singular en un municipio es tener un monumento único moldeado durante cientos de años por la mano del tiempo y de su medio ambiente. Un ser vivo irrepetible.